No dejo de recibir grandes noticias; ayer fue Paca Aguirre quien me alegró el día con su Premio Nacional de las Letras y ahora otra querida amiga, la uruguaya Ida Vitale, recibe también un premio muy importante: nada menos que el Cervantes. ¿Quién dijo que el mundo era de los jóvenes? Porque si Aguirre tiene 88 años, Vitale, 94, ahí es nada.
Todo es admiración en mí por esa dama que parece más, en todos los sentidos, una poeta rusa que americana. El carácter de Ida Vitale se me antoja muy adecuado a su nombre: Ida, porque la veo muy a gusto en el monte así llamado, que fue nido de dioses, hablando con los pájaros y los patos y apartada de forma totalmente natural del “vulgus profanum” que asqueaba a Horacio (odi profanum vulgus et arceo), y Vitale, porque a sus 94 años es puro nervio, nutricio y vivo, entre ardilla y sinsonte. Ella sí sabe cantar por su especie como no lo hace el hombre.
SINSONTE Y MARGARITAS
De nuevo aquí el sinsonte,
el ruiseñor del día,
acróbata por los aires de plata.
De nuevo es marzo,
para él feliz y danza
y en ese impulso vuelan trinos
desde el mástil muy alto
al más cercano borde del azul,
vacila, lo borda por segundos,
recompone una malla,
tensa un vacío, mira con ojo exacto
las quietas margaritas
y vuelve, en un vuelo gracioso,
vigía sin paz,
a la misma, persistente atalaya
donde lo descubrí.
No le importa, sensato,
lo pasajero, lo que abajo pasa,
gente sin ton ni son,
sin música, agobiada de urgencias.
Él canta por su especie
como no lo hace el hombre
Ida Vitale: "Mella y criba", editorial Pre-Textos, Valencia, 2010
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