Volvía yo, hace luengos años, de mi anual peregrinación a Arles, tras haber asistido a las Assises de la Traduction Littéraire, y regresaba sola en mi coche para tomar el tren en Barcelona (era cuando todavía existía la muy civilizada práctica de transportar automóviles en un vagón especial) cuando, de pronto, pasado Montpellier, me topé con la desviación a Sète, cuna de Paul Valéry y de Georges Brassens. No pude evitarlo y me detuve en esa bonita ciudad costera, que hasta entonces nunca había visitado. Como tenía que llegar a Barcelona a hora fija, tuve que elegir entre ver el museo dedicado al cantautor o subir hasta la loma donde se encuentra el cementerio marino para visitar el lugar de la inspiración y la tumba del poeta. Me decanté, como supondrán, por esto último y allí arriba, casi cegada por la reverberación del sol en el mar (el día era clarísimo) pude comprobar la precisión de aquella sorprendente imagen del famoso poema en el que el mar se alza como un muro azul, vertical, ante los ojos del poeta. Emocionada, recordé la primera estrofa del Cementerio marino y aquella imposibilidad que hay en traducirlo al español correctamente.
La profesora Monique Allain Castrillo, autora de un libro que se publicó en la Editorial Gredos con motivo del cincuentenario de la muerte de Paul Valéry en 1995 (Paul Valéry y el mundo hispánico), reseña y analiza en él las 35 traducciones del "Cementerio marino" al español que se habían hecho hasta entonces (el número ahora ha aumentado), concretamente las de esa primera estrofa ¡y les puedo asegurar que ninguna de las que ahí se citan me resulta satisfactoria! Ni siquiera las dos de Jorge Guillén. Bajo el impacto de la emoción estética que me produjo el lugar (una alta loma) y la hora (la una de la tarde de un día esplendoroso) renegué de la mordaz descalificación de mi también venerado Juan Ramón Jiménez que se refirió a Paul Valéry como a "ese muerto tan inteligente que escribe" y prometí dar, de esa estrofa, mi personal propuesta que ofrezco ahora a la consideración de ustedes, los lectores, sin omitir el original ni una de las versiones de Jorge Guillén, para que todos entiendan lo que haya menester entender. Lo completo, además, con la traducción de la última estrofa por ser el broche que cierra la joya que concibió el orfebre, aunque aquí, sin ánimo comparativo ya que, entre otras cosas, no encuentro la traducción de Guillén en ninguna parte para reproducirla.
Estrofa 1:
Ce toit tranquille, où marchent des colombes,
Entre les pins palpite, entre les tombes;
Midi le juste y compose de feux
La mer, la mer toujour recommencée!
O récompense après une pensée
Qu’un long regard sur le calme des dieux!
Jorge Guillén (1930):
Ese tejado, tranquilo de palomas,
Palpita entre los pinos y las tumbas.
El Mediodía justo en fuego traza
El mar, el mar, sin cesar empezando...
¡Recompensa después de un pensamiento:
Mirar por fin la calma de los dioses!
Mi propuesta:
Ese quieto tejado que pisan las palomas
entre las tumbas late, entre las lomas.
Mediodía certero en fuego enciende
¡el mar, el mar, sin cesar renovado!
¡Qué grata recompensa tras un arduo pensar,
sosegar la mirada en la paz de los dioses!
Última estrofa del poema de Valéry:
Le vent se lève...! Il faut tenter de vivre !
L’air immense ouvre et referme mon livre,
La vague en poudre ose jaillir des rocs !
Envolez-vous, pages tout éblouies !
Rompez, vagues! Rompez d’eaux réjouies
Ce toit tranquille où picoraient des focs!
Mi propuesta:
¡Se ha levantado el viento!... ¡Hay que intentar vivir!
Abre y cierra mi libro el aire inmenso,
¡La ola pulverizada surge de entre las rocas!
¡Volad, volad, páginas deslumbradas!
¡Romped, olas, romped, aguas regocijadas,
contra el quieto tejado que pisaban los foques!
Creo que aquí está resumida toda la dificultad, incluso la imposibilidad de la traducción poética.
Comentarios