(La Gaceta de los Negocios 30 de diciembre de 2000)
Está claro que con el año este siglo se acaba, aunque todo siga igual. Aún no se ha producido, o se nos ha escapado, el acontecimiento que nos separe del siglo XX. Algunos aseguran que ya se produjo, pero si es por la revolución tecnológica resultaría que el XX es el siglo más corto de la historia porque llevamos muchos años revolucionados.
Tampoco se ha escrito la obra que caracterice dicho tránsito, pues la literatura es síntoma, no causa. Un acontecimiento literario jamás ha separado un siglo de otro por la sencilla razón de que escribimos a través del tiempo, por mucho que eso irrite a los sociólogos y a los pedagogos. Y a propósito de estos últimos, viendo la reciente polémica sobre personajes de ficción como Harry Potter o Winnie the Pooh, no puedo dejar de pensar que son muy personas muy peligrosas, dispuestas a arrebatar a los niños experiencias inolvidables como el escalofrío de terror, tan confortable cuando se está en una habitación bien caldeada, que producen los cuentos de miedo, es decir, de hadas.
Esto viene de lejos, de la utopía progre de los setenta que siempre fue muy enemiga de nutrir al espíritu con hermosas patrañas que le rediman de la prosaica realidad. Los progres preferían la ciencia ficción a la literatura fantástica o de terror: les parecía más didáctica, y no les faltaba razón Desde luego es mucho más realista. Por ejemplo, "2001, una Odisea espacial", la novela de Arthur C. Clarke, tan nombrada estos días, expresa la importancia que tenía la “carrera espacial” en 1968 (fecha en la que fue publicada) y se pueden rastrear los ecos de la guerra fría, que estaba que ardía.
Tampoco conviene olvidar (aunque no sea exactamente un libro de ciencia ficción) que la pesadilla que describe Orwell en 1984 es un trasunto de lo que ocurría en la Unión Soviética en 1948, año en el que se publicó la novela. Porque las utopías, por mucho que proyecten los hechos narrados hacia el futuro, no hacen sino retratar el presente mejorándolo o empeorándolo según la ideología o las obsesiones personales del autor.
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