(Publicado en La Gaceta de los Negocios el 23 de octubre de 2000)
En este turbio asunto de plagio hay que distinguir dos aspectos muy diferentes, aunque igualmente escandalosos. El primero es el de que la popular presentadora utilizara un negro, práctica reprobable pero muy extendida en la historia de la literatura. Algunos casos son muy conocidos, como el del famoso dramaturgo y traductor de principios de siglo, Gregorio Martínez Sierra que suplantaba a su mujer, María de la O Lejárraga, ahora muy reivindicada por las feministas, lo que no ha servido para que se enmendara el entuerto en ningún repertorio bibliográfico, por cierto.
En Francia hubo otro caso famoso, el de Colette, que empezó su carrera literaria escribiendo novelas para su marido, un personaje que era a su época lo que Ana Rosa Quintana a la nuestra, esto es, un fenómeno de masas. Para él trabajaron autores de mucho más prestigio que el supuesto “colaborador” de nuestra compatriota.También se sabe que ciertos escritores “que venden muy bien” –luego famosos- utilizan los servicios de colegas menos afortunados. Y todo, por muy feo que nos parezca, es legal, pero así es el mercado y así son los lectores, no nos engañemos.
El segundo aspecto es el plagio, (dicen que se trata de una venganza del negro, pero la responsable moral y legal es ella) y esto no es de recibo por mucho que los defensores de Quintana aludan a que la literatura es lectura digerida. Una cosa es la fecunda inspiración y otra la copia literal y despiadada de al menos dos escritoras. A estos desmanes hay que añadir otro en el que pocos han caído: el plagio a la traducción de una de las autoras. A todo tendrá que enfrentarse esta mujer que se ha burlado de forma desconsiderada de la comunidad leyente y escribiente e incluso del editor.
Cinismo no le falta a la buena señora: cuando salió el libro no dudó en contestar a alguien que le recordaba que ella vendía sin necesidad de escribir: “El vender sin escribir puede pasar una vez, pero no puedes defraudar a la gente. Me parecería terrible. Hay mucho trabajo en este libro, te lo puedo asegurar”. ¡Y tanto!
Comentarios