Desde hace unos años, por estas fechas, he caído en el nada aconsejable hábito de pasar una temporadita en el hospital. Esta vez mi vecina de habitacion era una nonagenaria, siciliana por más señas, que había venido a pasar el fin de año con una hija aquí afincada y enfermó. Apenas sabía hablar español y creo que tampoco italiano. Cuando llegué, me lanzó una acerada mirada de halcón, y, una vez me hube instalado, sin mediar presentación ni intercambio de edad y nombres, me preguntó: "¿Cree usted en Dios?"
Cuando me recuperé de esa pregunta, que de haber sido yo completamente francesa le habría valido un airado: "¿y a usted qué le importa?", la tranquilicé al respecto. Pero no debí convencerla del todo porque añadió, inquisitivamente: "¿y en la Virgen?"
La cosa se estaba poniendo teológica, luego peligrosa. Afortunadamente, antes de que tuviera que contestarla y acabáramos en el filioque, entró el enfermero en tromba en la habitación, en plan conejo de Alicia y, sin mediar palabra, nos tapó literalmente la boca a las dos, con sendos aerosoles. Se lo agradecí en el alma.
Ja Ja Ja. Una divertida experiencia.
Publicado por: José Luis Millán | 11/01/2019 en 18:05