La Gaceta de los Negocios, 17 de enero de 2000
Pasada la Navidad, y ya en plena temporada de rebajas, hay que enfrentarse a la cruda y ruda realidad que nunca dejó de existir, a pesar de esa alucinación colectiva de paz y amor de la que parecen excluidos la ETA y sus mamporreros políticos, los asesinos de mujeres y los torturadores de niños (suelen ser los mismos) los banqueros sin escrúpulos y los políticos corruptos (a veces coinciden o al menos se conocen). ¡Ojalá bastara el desprecio para combatirlos como dicen que basta para combatir el miedo a la oscuridad y a los fantasmas!
Así pues, decidida a encarar a esa a quien Galdós llamaba doña Realidad, dejo de lado la ficción salvadora (la loca de la casa) y me entrego de lleno a la lectura de todos los periódicos, porque es viernes y tengo que escribir este artículo y, por si fuera poco, también tengo que leer unas cuantas revistas y artículos atrasados que se me resisten, amén de asistir a la presentación del libro de un amigo y a la tertulia de la COPE. Pero es invierno, además muy duro: basta con mirar al exterior para sentir el frío, para oír como crujen las desnudas ramas de los árboles conforme se van desprendiendo del hielo matinal. Mejor asistir a la pronta decadencia del día desde una bien caldeada estancia, acompañada de un buen libro. Pero venzo la tentación y me pongo manos a la obra.
De todos los sesudos análisis, de toda la información que recibo -sucesos graves o anecdóticos, apocalipsis y terrores nocturnos- me quedo con dos noticias que me parecen muy del siglo que viene: la imparable perfección de los ciberlibros (de suma utilidad pues ahorrarán espacio y serán excelentes para solucionar el problema de la residencia secundaria), y la clonación de simios, que amenazan con sustituir a la humanidad mal pensante. Al parecer, ninguna de las dos cosas era, después de todo, tan difícil. Y me acuerdo de lo que replicaba George Steiner hace unos años, respecto a la reproducción in vitro, a alguien que le decía lo mismo: “Si ni siquiera es tan difícil, entonces, ¿a dónde vamos?”.
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