Este 7 de mayo murió el científico Antonio López Campillo con noventa y cuatro años, ateo luterano, "transeúnte" (como se definía a sí mismo), exiliado en París, ex FELIPE (Frente de Liberación Popular), ex anarquista, atrabiliario, peripatético, bromista inveterado, personaje indescriptible, en suma. Dado ese perfil, no es incomprensible que escribiera todo tipo de libros, unos insólitos y provocadores y otros cabales y paidéicos, ni que, toda pasión revolucionaria concluida, acabara en Madrid, donde fue tertuliano de Federico Jiménez Losantos en la COPE, colaboró en Libertad Digital y participó en los programas de Sánchez Dragó.
Era también un amigo que, junto a su mujer, la hispanista y ensayista francesa Evelyne López Campillo, nos recibían en su casa, llena gatos, cercana a la plaza del Carmen, si no me equivoco, pues hace muchos años -demasiados- que no nos veíamos, conforme la edad y los achaques iban apoderándose de su cuerpo y, sobre todo, una vez muertos los hermanos Domingo (Eugenio y Xavier) y, más tarde, Carlos Semprún y su mujer, Nina Dastakian, nuestros principales nexos de unión.
Hoy, su compañero de muchas luchas, Víctor Pérez Díaz ha escrito un sentido obituario en El Mundo que, por lo que sea, no puedo reproducir aquí pero al que les remito. Descansa en paz, Campillo, y no te olvides, en tus devaneos por el más allá, de dar un fuerte abrazo a los Domingo y a Carlos y a Nina Semprún de mi parte.
Comentarios