8 de septiembre. -Como me ocurre siempre que me recluyo en la paz de estos desiertos, con pocos, pero doctos libros juntos, dispuesta a poner orden a compromisos y encargos, son tantos los que voy procrastinando -como gusta tanto decir ahora que nadie sabe latín- que necesitaría un destierro más largo del que inicié hace ya más de dos meses. Mi doña Emilia se desvanece en lontananza y, conforme avanza el tiempo ella va adelgazando mientras el material de su carpeta, engorda. Curioso fenómeno, pero es que, aunque no me ocupo de ella “de seguido”, no la olvido, y la alimento. Mi libro de poemas… ya está armado hace tiempo y no meto ni uno más, pero al pensar en un editor digo: “mañana llamaré, que aún hay vacaciones”;
La intención de publicar una antología de poesía religiosa insólita (Apollinaire, André Masson, Rimbaud y otros), que poco a poco voy traduciendo, se ve aquejada por la misma pereza de “moverme” entre editores y digo: “cuando vuelva a Madrid”, como si eso solucionara mis problemas de movilidad. Y es que Ortega tenía razón: el campo embrutece. Por fortuna, algunos encargos asumidos recientemente me van a obligar a disciplinarme, y veo que lo necesito. Nunca saqué adelante más cosas que cuando tenía que escribir tres artículos semanales, asistir a dos tertulias radiofónicas y dar dos clases semanales de traducción literaria. La libertad es muy difícil de dosificar y por eso “procrastinamos” tanto.
Ahora mismo lo estoy haciendo con esta entrada, y todo para contar que un truco para evadirme de mis obligaciones más serias es el repertorio de nombres “en uso” que estoy haciendo, por orden alfabético y, dentro de éste, por orden silábico, algo que dentro de su evidente inutilidad se me antoja primordial para conseguir nombres ficticios eufónicos. Siempre me privó la antroponimia. Una de mis fuentes, como es natural, es el santo del día. Como suelen ser muy antiguos, recurro a Internet para ver si alguien lo lleva y suelo llevarme grandes alegrías. Hoy, o ayer, ya no recuerdo, era San Clodoaldo. Busqué y hallé y fue un verdadero regalo, pero esto lo dejo para otro día, que tengo que salir de paseo.
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