Hablando con un amigo de lo bien que se vive en el pasado, rememoramos a algunos de esos grandes y brillantes reaccionarios que eligieron dicha opción porque conocían demasiado bien el presente y todo lo que había pasado entre medias. Hablamos, por supuesto, de Nicolás Gómez Dávila, que vivía tan en el pasado que apenas salía de su biblioteca, y a uno de sus amigos, el escritor, también colombiano, Álvaro Mutis, del que he elegido dos textos para ilustrarlo:
De un currículum que él mismo redactó y que nos mandaba a Casa de América cuando se producía entre nosotros:
"Nunca he participado en política, no he votado jamás y el último hecho que en verdad me preocupa en el campo de la política y que me concierne y atañe en forma plena y sincera, es la caída de Constantinopla en manos de los turcos el 29 de mayo de 1453. Sin dejar de reconocer que no me repongo todavía del viaje a Canossa del Emperador sálico Enrique IV, en enero del año 1077, para rendir pleitesía al soberbio Pontífice Gregorio VII. Viaje de tan funestas consecuencias para el Occidente Cristiano. Por ende soy gibelino, monárquico y legitimista".
La vergüenza del deporte", Revista ECO, septiembre 1979 pero escrito en 1951:
"Me preocupa el creciente interés de nuestro público por los espectáculos deportivos. Bien pronto derivaremos a la vida castrada y aséptica de los estadios, respiraremos bien pronto la atmósfera húmeda y densa de las toallas de los atletas.
No es una decadencia esta afición presente por el deporte. Es la señal de que nos ha llegado nuestra "hora 25" de que hablaba Georghiu, una hora que ha sonado varias veces para el hombre, pero nunca con tan convincente llamado como ahora.
Denuncio la vergüenza del deporte. Condeno la pantomima dopada de los estadios. Moriremos víctimas de las artimañas de los traficantes del estéril esfuerzo muscular. Nos matará un onanismo colectivo sin "la gloria de un largo deseo."
Comentarios