Publicado en TheObjective.com el 1 de abril de 2020
Estas notas que transcribo a continuación, tomadas mientras me documentaba para unas traducciones de Henri Michaux y publicadas en la editorial Pre-Textos en el año 2000 (Frente a los cerrojos, seguido de Puntos de referencia), así como para la introducción que tuve que escribir para ellas, no me sirvieron para nada relacionado con dichas tareas, pero es muy frecuente que esto ocurra, de forma que acaba uno sabiendo más de lo que se precisa para llevarlas a cabo. Benditos sean esos meandros que te conducen al océano, aunque nunca acabes de explorarlo del todo.
En septiembre de 1936, Michaux está en Buenos Aires, invitado por Victoria Ocampo, para asistir al XIV Congreso del PEN Club, del que está última ha sido nombrada Vicepresidenta. Durante este tiempo –del 5 al 15– el poeta reside en casa de Victoria, estancia que prolonga para intervenir en una charla para los colaboradores de la Revista SUR, donde conoce a Jorge Luis Borges y a Adolfo Bioy Casares. De este encuentro nace, por parte de Borges, la intención de traducir “Un bárbaro en Asia”.
Borges le recuerda como “un hombre sereno y sonriente, muy lúcido, propenso a la ironía”. Otro rasgo que le seduce es que “no parece profesar ninguna de las supersticiones de su época. Desconfiaba de París, de las capillas literarias, del culto, entonces obligatorio a Pablo Picasso, y también desconfiaba de la sabiduría oriental. ¡Cuántas conversaciones hemos mantenido Henri Michaux y yo en las calles y en los cafés de Buenos Aires, conversaciones de las que conservo el recuerdo, como una música irrecuperable e intensa, de duradero placer!”
Durante dicha estancia, Michaux escribe a Jean Paulhan, así, con mayúsculas: “ESTOY ENAMORADO; ¿TÚ CREES QUE ELLA ME QUERRÁ?” No se sabe si “Ella” es Susana Soca, acaudalada hija única de un famoso médico uruguayo, traductora a su vez, o Angélica Ocampo, la hermana pequeña de la saga de las Ocampo, de la que fue amante fugaz. Al parecer, Michaux la pidió en matrimonio pero ella le rechazó, apoyada en eso por el resto de los Ocampo, porque la ilustre familia consideraba que sus rangos sociales eran incompatibles.
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