Publicado en TheObjective.com el 30 de octubre de 2020 con el título de "Difuntos va Halloween".
Ahora que se acerca una de las fiestas más entrañables del año, cuando las familias olvidan sus rencillas y se reúnen para honrar a sus muertos en los cementerios (cosa que difícilmente se podrá hacer este malhadado año), nada me entristece más que ver a la sociedad española, de flaca memoria, olvidar sus tradiciones. Ya sé que no somos los únicos que asimilamos, con un apetito envidiable, las charlotadas que vienen del exterior, mejor si están aderezadas en Hollywood, pero que una fiesta como Halloween haya podido suplantar algo tan arraigado en nuestra cultura latina y mediterránea como nuestra noche de difuntos no me parece justo.
Yo no pretendo minimizar la antigüedad de la primera, que hunde sus raíces en la mitología celta y está sólidamente implantada en los países que han recibido tal herencia, pero creo que conviene recordar la nuestra, cuyo origen se pierde también en la famosa noche de los tiempos –donde en un principio confluyeron ambas– para diversificarse después por razones culturales y religiosas.
El culto a los muertos no es una particularidad de los celtas, sino que lo comparten con todas las culturas antiguas, entre otras la romana, que es principalmente de donde nos viene a nosotros. Todos los Santos –festividad común a la Cristiandad– y, en particular, la noche de difuntos, tienen un origen indudablemente pagano, incluido el ya citado peregrinaje a los cementerios para visitar a los muertos familiares. La Iglesia las asimiló, como tantas otras festividades y las incorporó a su liturgia. Pero el sustrato pagano ha pervivido a través de los siglos y la noche del 1 al 2, es decir la que va de la festividad de Todos los Santos a la de la Conmemoración de todos los Fieles Difuntos, conocida como la “noche de difuntos”, ha sido tradicionalmente en España una noche pagana de terror en todos los sentidos del término...
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