A la entrada del pueblo, cerca de la gasolinera, hay un restaurante modesto, con amenas terrazas orientadas a la montaña, donde se come a la española, es decir, bien.
Por la mañana lo frecuentan grupos de hombres mayores, jubilados, pertenecientes a profesiones altamente especializadas: torneros, fresadores, encofradores (lo sé porque hablan de ello) y algún carnicero en activo, gracias a lo cual nos enteramos de que la semana pasada el cordero lechal estaba a 6 euros. Supongo que la pieza.
Hoy, domingo, ha aparecido un juvenil grupo de moteros con sus familias para quienes han desplegado unas cuantas mesas y un festín de tortillas de patatas, oreja, croquetas, torreznos y delicias varias.
Se acercaron a los mayores y se saludaron con afecto. Dos de ellos explicaron que habían estado dos años en X trabajando de fresadores y estaban ahora buscando trabajo, pero -decian- en esta profesión, nunca se sabe. Yo menos. Ignoro cuáles son las perspectivas de estos jóvenes obreros especializados, si buena o mala en estas épocas de penuria. Espero que buenas, y les miramos a todos -jóvenes y mayores- con admiración y respeto por su esfuerzo. No sé qué les gusta leer, ni si leen, no sé cuales son sus gustos para el ocio, ni sus opiniones políticas ni a quién votan. Pero no me importa, me importan su formación, su trabajo y su alegría.
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