Hoy, Día Internacional de la Memoria del Holocausto y Prevención de Crímenes contra la Humanidad me gustaría recordar a tres supervivientes que no pudieron soportar “el silencio de la humanidad”, como dijo Robert Antelme, el autor de "La especie humana", que tenía 27 años cuando ingresó en Buchenwald:
Primo Levi. Judío italiano. Tenía 24 años cuanto fue deportado a Auschwitz. Él mismo admitió que escribió "Si esto es un hombre" empujado por la necesidad de contar a los demás lo que había visto y vivido. Se suicidó en 1987.
Jean Améry. También superviviente de Auschwitz donde ingresó a los 33 años. De origen austríaco, se nacionalizó belga. "Más allá de la culpa y la expiación" está publicado en español en la editorial Pre-Textos. Se suicidó en 1978.
Paul Celan. Judío rumano. Fue liberado en 1944 de un campo de trabajo. Se trasladó a Francia en el 48 y obtuvo la nacionalidad francesa. Su poema “Fuga de la muerte”, describe el campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau. Se arrojó al Sena en 1970. Su obra completa está traducida al español por José Luis Reina, en la editorial Trotta.
Hubo muchos que no se suicidaron pero quedaron tocados de por vida al darse cuenta –como expresó Bruno Bettelheim- que los que testimonian siempre han sido molestos para los demás. Y siempre lo serán, desgraciadamente.
Para terminar, reproduzco el poema de Salvatore Quasimodo, titulado Auschwitz, de "El falso y verdadero verde", en "Obra completa", Ediciones Sur, 1959, año en que recibió el premio Nobel. Versión española de Franco Mogni, pp.238-239:
AUSCHWITZ
Allá abajo, en Auschwitz, lejos del Vístula,
amor, a lo largo de la llanura nórdica,
en un campo de muerte: fría, fúnebre,
la lluvia en el moho de los postes
y la maraña de hierro de los recintos:
ni árbol ni pájaros en el aire gris
o en nuestros pensamientos, sino inercia
y dolor que la memoria abandona
a su silencio sin ironía o ira.
Tú no quieres elegías, idilios: sólo
razones de nuestra suerte, aquí,
tú, tierna a los contrastes de la mente,
insegura ante una presencia clara
de la vida. Y la vida está aquí,
en cada no que semeja una certeza:
aquí oiremos llorar al ángel, al monstruo,
nuestras horas futuras
golpear el más allá que está aquí, en la eternidad
y en movimiento, no en imagen
de sueños, de posible piedad
Y aquí las metamorfosis, aquí los mitos.
Sin nombre de símbolos o de un dios,
son crónicas, lugares de la tierra,
son Auschwitz, amor. ¡Qué rápido
se volvió humo de sombra
el cuerpo amado de Alfeo y de Aretusa!
De aquel infierno abierto con un rótulo
blanco: "El trabajo os hará libres",
surgió, constante, el humo
de miles de mujeres, arrojadas
al alba de las celdas contra el muro
del tiro al blanco o ahogadas clamando
misericordia al agua con la boca
de esqueleto bajo las duchas de gas.
Las hallarás, tú, soldado, en tu historia,
bajo forma de ríos, de animales,
¿o también tú eres ceniza de Auschwitz,
medalla de silencio?
Quedan largas trenzas encerradas en urnas
de vidrio, ceñidas aún por amuletos,
y sombras infinitas de pequeños zapatos
y bufandas de hebreos: son reliquias
de un tiempo de cordura, de sabiduría
del hombre que se hace a la medida de las armas,
son los mitos, nuestras metamorfosis.
Sobre la tierra, donde amor y llanto,
podredumbre y piedad, bajo la lluvia,
allá abajo, latía un no dentro de nosotros,
un no a la muerte, muerta en Auschwitz,
para no repetir, de aquella fosa
de ceniza, la muerte.
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