(...) La tía de Gloria, aglutinaba, en ese mismo hotelito de El Viso que había pertenecido a la familia Arde, a una nutrida representación de personas de su mismo corte ideológico: republicanos, anarquistas y comunistas que sobrevivían en el Madrid franquista y que olvidados de su viejas rencillas, y unidos en la derrota como lo estuvieron durante algún tiempo en la lucha, acudían encantados a la tertulia de Preciada, al amparo de la prosperidad económica y de la generosa hospitalidad de que se hacía gala en aquella casa donde se producían escenas del siguiente cariz:
Época: Primerísimos años sesenta. Malos tiempos para la lírica. La mojigatería oficial vetero-católico-franquista rivaliza con la mogijatería clandestina de los sectores antifranquistas dominados por los adustos comunistas a quienes Franco, de rebote, ha convertido en los adalides de la oposición a su régimen. En una palabra, parece que en España, franquistas y antifranquistas se hubieran puesto de acuerdo para que la libertad, la belleza y la felicidad, en cualquiera de sus formas, brille por su ausencia.
Escenario: El amplio salón acristalado del hotelito de los Arde. Está amueblado de manera miscelánea, mezcla de tenebroso pasado (representado por algunos muebles estilo remordimiento agudo de los padres de don Eduardo), radiante porvenir (representado por alguna aportación bauhausiana del anterior) y nuevas tecnologías de punta, en forma de plástico y otros novedosos materiales aportados por la Belinchona en su afán de luz y progreso.
Personajes: La Belinchona, Gloria, ya adolescente, Julia Guerra, una amiga de toda confianza de la Belinchona, también de las mujeres libres, que trabaja en Rioplex, una floreciente cadena de tiendas de plásticos y nylon, propiedad de otro ex compañero de la FAI, amigo de Próspero y protector de “rojos”; Celestino Flores Rey, un poeta social que quiere entrar en el partido comunista y que es sobrino de un compañero anarquista de las Belinchonas, muerto en la cárcel, Juan Antonio Salas un joven universitario, amigo de este último y neófito en este tipo de reuniones, que aspira a lo mismo; Santos Ramos Leal, un funcionario por oposición, avezado comunista, que intenta justificar su sórdida condición de servidor del Estado considerándose un “topo” cuya misión es minar desde dentro el sistema. Éste ha traído por primera vez a la tertulia a dos gerifaltes del Partido con el fin de tantear a los jóvenes candidatos. El primero, Diego del Robledal es el hijo de un latifundista extremeño, noble por añadidura, circunstancia genética que revaloriza grandemente su sacrificio social que de acuerdo con su aspecto y habillamiento no parece ser muy grande. Este eterno estudiante, una vez derrotado Franco en la cama, terminó militando en las filas de U.C.D. y a la sazón pasea su incompetencia por todas las Universidades de la Península en aras de la Causa, sin conseguir ni derribar el régimen ni terminar la carrera... El segundo, Javier del Valle, es un editor que en la democracia seguiría siéndolo durante mucho tiempo con éxito hasta convertirse en un periodista emblemático. Ambos son eso que los sociólogos llaman “creadores de opinión”, es decir, unos manipuladores de mucho cuidado.
CELESTINO FLORES (estornudando): Franco está en las últimas. Lo sé de muy buena tinta.
JULIA GUERRA: Es cosa de poco tiempo. No hay más que oír la Pirenaica que están pero que muy bien informados: el régimen está dando las últimas boqueadas.
JUAN ANTONIO SALAS (en voz baja, a su amigo el poeta) ¿Qué es la Pirenaica?
FLORES (en el mismo tono, a su amigo) Radio España Independiente, un programa que se emite desde Rumanía, ya te contaré.
SANTOS RAMOS LEAL (mirando severamente a los jóvenes cuchicheantes) La presión exterior es cada vez más fuerte. En el Pardo hay mucho trasiego. Me lo ha dicho fulanito que trabaja en Gobernación.
JAVIER DEL VALLE: ¡Ojo con fulanito! dicen que es de la social. Muchos de los que cayeron en agosto eran de su célula. Para no hablar de lo de Julián (refiriéndose a Grimau). Hay que tener mucho cuidado de en dónde y con quién se habla.
LA BELINCHONA (sintiéndose aludida): Querido amigo, esta es una casa de toda confianza.
DEL VALLE: No lo dudamos, amiga Preciada, pero estamos atravesando una época muy peligrosa. Incluso Federico que tiene tanta suerte (refiriéndose a Jorge Semprún, alias Federico Sánchez que todavía no se había despedido de nadie) ha llegado a correr un serio peligro y tendrá que estar sin aparecer durante algún tiempo.
DIEGO DEL ROBLEDAL (con la voz infatuada del enterado): Mientras no tenga que recurrir a Francisco Saénz (refiriéndose a Carlos Semprún, hermano del anterior, que en realidad se hacía llamar “Ramón”) para mantener los contactos y transmitir las consignas.
DEL VALLE: ¿Francisco? ¿Te refieres a Paco “El loco”? ¿O se llamaba Ramón? Tranquilo, ya no está en el partido.
RAMOS (que no quería parecer menos) ¡Menuda pieza! Antonio (refiriéndose al pintor Antonio Saura) le tuvo que dar alojamiento y no le gustó un pelo, y la verdad, a mí tampoco.
DEL VALLE: En realidad ese chico es un anarquista, bueno, peor aún, un verdadero ácrata. Acabará mal, seguro.
(Todos miran a Preciada que prefiere no darse por aludida y dejar pasar “la metáfora”, como le dijo después a su amiga).
FLORES (estornudando y lagrimeando): Lo que yo digo: hay que tener mucho cuidado y estar preparados para el salto cualitativo. En ese sentido los de Barcelona lo tienen muy claro.
SALAS (rezumando admiración): Dicen que Carlos Barral, el de la editorial Seix Barral, y Jaime Salinas, el hijo del poeta, que trabaja con él, vienen de vez en cuando a Madrid a buscar novelistas para cargarse el régimen.
FLORES (corroborando lo que dice su amigo): Ya lo creo. Se alojan en la Casa de Suecia e invitan a todo el mundo. Yo fui con Lugando el otro día y estaban Juan García Hortelano, Armando López Salinas y Antonio Ferres.
RAMOS (muy quisquilloso y como si quisiera pinchar al poeta): Ya me han hablado de las juergas que se corren los señoritos esos. La lucha se hace yendo a la huelga general y no bebiendo gintonics y publicando libros que leen cuatro gatos, amparados en la periferia del poder.
FLORES (indignándose, lo que le hace toser con mayor virulencia, porque cuando estuvo en la Casa de Suecia sólo tomó café con leche para rechifla de los exquisitos catalanes que eran tan europeos por aquel entonces) ¡Pero si son novelas sociales! ¡A Lugando Martín Porras le van a publicar Canta el acero y otros cuentos metalúrgicos!
SANTOS (insistiendo): Subterfugios para zafarse del enfrentamiento frontal y eludir compromisos y responsabilidades, a ver si os vais enterando.
FLORES (dispuesto a defender su postura y estornudando a más y mejor): Cada cual hace lo que puede y sabe. Yo lucho en el frente de la poesía y Lugando en el de la novela, que el que se tiene que enterar eres tú.
DEL ROBLEDAL: De todos modos, aunque no soy partidario de que se rechacen las contribuciones de índole literaria, siempre, claro está, que sirvan para denunciar la corrupción del capitalismo y no caigan en un lirismo estéril y decadente, hay que tener muy en cuenta que, previo a cualquier planteamiento literario, es más, por encima de él, está el estudio pormenorizado de los Tratados de Economía Política.
RAMOS (con aire fiero e inquisitorial): Estoy totalmente de acuerdo, menos Baudelaire, menos Rilke, y más Marx, Engels o como mucho Simone de Beauvoir. ¡No hay que jugar con la revolución!
DEL VALLE (terciando, con autoridad de líder): Amigo Ramos, no sea usted tan sectario. Estoy de acuerdo con lo que acaba de exponer el camarada Sansón (nombre de guerra del señorito extremeño) pero, como ha dicho el camarada Flores, la lucha se puede hacer en varios frentes y el literario no es nada desdeñable, es más, puede acelerar notablemente el proceso dialéctico.
FLORES (sonándose con estrépito y muy ufano de que el prócer le llamara camarada, lo que considera un buen augurio para sus propósitos): ¡Y el proceso dialéctico es imparable!
RAMOS (poniéndose nervioso): ¿Estás acatarrado?
FLORES (sintiéndose burdamente culpable): Es la maldita alergia
RAMOS: ¡Puto capitalismo!
FLORES (estornudando de nuevo): ¿Oye, qué tiene que ver el capitalismo con la alergia?
RAMOS (indignado): ¡Ah!, ¿con qué crees que no tiene nada que ver? ¿Eso crees? ¿de verdad que lo crees?
LA BELINCHONA (con autoridad de anfitriona, zanja la discusión que se está poniendo demasiado intelectual, luego violenta): Mi cuñado me ha dicho que, en Ginebra, Álvarez del Vayo está intentado organizar un Frente de Liberación Nacional para intervenir cuando llegue el momento.
RAMOS: ¡Cómo si no hubiera llegado! Hay que darse prisa, porque a este paso no sólo no nos libramos de Franco, sino que además nos quedamos sin socialismo internacional. Sino, miren lo que pasa en Cuba. Los revolucionarios están claudicando muy rápidamente... (mostrando una revista en cuya portada puede verse a una joven bellísima recibiendo la corona de Miss bajo el lema: “Socialismo también es belleza”, se empieza así y se termina yendo a misa.
LA BELINCHONA (como si la hubieran mentado la bicha): ¡Los curas, los curas, ésos, ésos son los que tienen la culpa de todo! Porque a mí nadie me convence de que detrás de cualquier desastre no hay un remolino de sotanas...
(De pronto, llaman al timbre. Como es domingo y el servicio libra, la Belinchona manda abrir a Gloria)
GLORIA (volviendo al punto): Tía, es el pobre de los jueves.
LA BELINCHONA (algo corrida): ¡Pero si es domingo!
GLORIA: Es que dice que se puso malo.
LA BELINCHONA (para dejar bien claro que no le va a dar dinero, sino tan sólo a saciar su hambre): Deja, deja, iré a darle un poco de la paella que ha sobrado y algo de Valor (aludiendo a una marca de chocolate muy popular en la época) con pan.
(Mientras está fuera, hay un intercambio de miradas entre los asistentes, que callan porque está Gloria delante. Vuelve la Belinchona, muy sofocada y belinchante)
DEL ROBLEDAL (con aire indulgente pero severo): Perdone, Preciada, que la censure vivamente su actitud. La caridad personal es una debilidad y un craso error que personas como usted no deberían permitirse...
LA BELINCHONA (con embarazo): Pero si es para que no se muera de hambre...
DEL ROBLEDAL (muy frío y teórico): Lo sé, lo sé, pero lo que usted hace tiene un nombre muy sospechoso: se llama caridad, paternalismo burgués, y, créame Preciada, así no llegaremos a ninguna parte, tenga en cuenta que...
FLORES (que quiere hacer méritos porque uno de los principales teóricos del Partido había calificado de “decadente estetecismo ligeramente fascistoide” a su último poema, publicado en la Estafeta Literaria, por utilizar adjetivos como “glauco” y “garzo”): Estoy totalmente de acuerdo con el camarada Sansón. No hay que dar limosna a los pobres para exacerbar su odio de clase, y así puedan concienciarse e incorporarse a la lucha social.
RAMOS (que la ha tomado con el poeta y le ha molestado mucho que interrumpa al gerifalte): Bastaría con el odio de clase.
SALAS (muy exaltado): ¿Qué puedo hacer yo? Mi padre es un explotador, un facha, un reaccionario y yo le odio y odio todo lo que él representa y me avergüenzo de mi educación y de mi clase. Yo quiero demostrar que no soy como él. Quiero que me pongan a prueba. Lo exijo.
LA BELINCHONA (a su amiga Julia, en voz baja y con tono de conmiseración): Creo que su padre es militar...
SANTOS (guiñando un ojo a los demás): Pues para empezar, puedes rellenar con nosotros una quiniela.
SALAS (desconcertado): No entiendo qué relación hay... Creía que el fútbol era una especie de opio del pueblo...
(Todos ríen cómplicemente y Diego del Robledal y Javier del Valle, también nuevos, observan divertidos la escena)
SANTOS: Verás muchacho, todas las semanas rellenamos una quiniela sólo con equis.
SALAS (francamente alarmado): ¿Pero con qué fin?
LA BELINCHONA (muerta de risa): Porque si nada más empezar a jugar, Franco muere -o le matan- tendrían que suspender todos los partidos y quedarían empatados.
(Carcajadas generalizadas)
JULIA GUERRA (cambiando de tercio): ¿Conocéis el cancionero de Einaudi?
LA BELINCHONA (belinchando ruidosamente): ¡No lo íbamos a conocer! Si hasta tenemos un disco. Lo ha triado Gloria de Ginebra.
Y sonaba el “pick up”:
La hierba de los caminos
la pisan los caminantes
bis
Y a la mujer del obrero
la pisan cuatro tunantes
de esos que tienen dinero
Gloria, algo perpleja, se preguntaba si entre esos cuatro tunantes figuraría también su familia o si bien ellos entraban en esa categoría de la excepción que confirma la regla y que tanto juego da en la gramática. (...)
Nadie dijo que fuera fácil, Capítulo II, Edhasa, Barcelona, 1999
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