El titulo elegido tiene que ver con la famosa frase atribuida a Jacinto Benavente, sobre que él no daba conferencias “a tontas ni a locas”, tras recibir una oferta del recién creado Lyceum Club, fundado por María de Maeztu, junto a Isabel Oyorzábal, primera Embajadora de España (destinada en Suecia) y Zenobia Camprubi, la mujer de Juan Ramón Jiménez, a las que Concha Méndez llamaba irónicamente "las maridas de sus maridos". Me voy a limitar aquí al período de tiempo que se extiende desde el último tercio del siglo XIX hasta las primeras décadas del XX, concretamente desde el primer Congreso Pedagógico Nacional de 1882, en el que participaron un gran número de mujeres, hasta 1932 año, en que se consigue el voto femenino en España, en contra de la opinión de los socialistas, capitaneados por Victoria Kent, convencidos de que con el voto de la mujer vencería el más cerril oscurantismo. Es lo que, por cierto, también pensaba Ortega y Gasset cuando dijo que "Tal vez el papel de la mujer en la mecánica de la Historia es ser una fuerza retardataria frente a la turbulenta inquietud del hombre".Y hablando del voto recordemos que en Alemania y en Inglaterra se consiguió en 1918, en Estados Unidos en 1920 y en Francia en 1945 mientras que en Suiza sólo en 1971.
Se trata de un momento de cambio y de progreso indudables.Los inventos de la ciencia y de la técnica, y su incidencia en la vida cotidiana, prepararon el cambio social que vivieron las primeras décadas del siglo XX, y que permitieron decir a algunos,como Ramón Carande, que vivieron sus primeros años a finales del siglo XIX y terminaron su vida en la segunda mitad del XX, que durante su vida se habían producido más cambios que los que se produjeron durante los dos siglos anteriores. Entre dichos adelantos mencionaré la electricidad, el teléfono inventado en 1876 (ya en 1877 hay teléfonos en la Habana, Madrid y Barcelona y la primera guía telefónica de Madrid es de 1992; la de París es de 1889); la bicicleta, que tanta importancia va a tener en el cambio de vestimenta femenina desterrando de una vez por todas el polisón, mitigando la dureza del corsé y creando los primeros pantalones (novedades todas de las que se congratula Emilia Pardo Bazán), el automóvil y el ferrocarril que van a pulverizar el sentido de la distancia y del tiempo, influyendo en la regulación de los horarios (otro aspecto señalado por la curiosidad omnívora de doña Emilia), el aeroplano, la vacuna y la aspirina, con su positiva incidencia en la mortalidad infantil, verdadera plaga de la época, la mejora en la educación, el nacimiento de la sociedad civil con la creaciones de asociaciones, instituciones privadas y ateneos culturales y, por último, el nacimiento del movimiento de emancipación femenina que de resucitar quienes asistieron a su nacimiento sería, no me cabe duda, aquel cuyas consecuencias les produciría más asombro por no decir, más disgusto.
La historia de la emancipación femenina tiene ya una amplia biografía y ha generado una especialidad de investigación encaminada a la recuperación del papel de la mujer en la sociedad, tan mediatizado por el de los hombres. Para dar idea y comprender el alcance de estos nuevos puntos de vista -ya que estamos hablando de historia- basta mencionar los importantes cambios acaecidos en las disciplinas historiográficas. Por ejemplo la antropología ha convertido a la familia en el núcleo central de las sociedades y aquí nadie puede aducir que las mujeres no son determinantes. La vida privada, en el estudio de la historia ha adquirido una importancia capital para comprender el devenir de las sociedades y los acontecimientos. Ya no se desdeñan como antaño los diarios femeninos, los dietarios y las correspondencias privadas. Además, la incorporación definitiva de la mujer al mundo de la expresión y de la representación, y a la esfera de lo público –todo ello estrechamente ligado a la palabra y a la escritura- ha sido indispensable para reconstruir esa difícil historia, sin minimizarla ni ridiculizarla. Lo que si se ha minimizado y ridiculizado muchas veces es la dedicación de algunas universitarias a esa recuperación, sin darse cuenta de que, por encima de muchos excesos, gracias a esa minuciosa y casi cicatera investigación, se ha podido conocer la existencia de un gran número de mujeres dedicadas a ámbitos que siempre se consideraron reservados a los hombres, como la composición musical, la dramaturgia o la escultura. Todas ellas ‘excepciones’ naturalmente, pero muchas veces las excepciones, en lugar de confirmar la norma lo que hacen es demostrar su inoperancia.
Este catalogo de ‘excepciones’ demuestra entre otras cosas que las mujeres que nos han precedido en el tiempo han tenido que abrirse paso, con serios reveses, en sociedades despreciativas cuando no hostiles, construidas y regidas según los valores masculinos, y han tenido que luchar con el desdeñoso silencio de sus interlocutores varones que eran quienes tomaban decisiones y copaban el mundo de la opinión y de la crítica. No me resisto a citar algunas de esas opiniones cuyo conjunto haría un copioso tontario y que recojo principalmente de España y de su vecina y modelo, Francia.
“La gran fuerza de las mujer consiste en retrasarse o en estar ausentes”, afirma sin sonrojo el exquisito filósofo francés Alain.
En toda mujer de letras hay un hombre fracasado”, comenta el “maldito” Baudelaire, demostrando que no hay nadie tan listo que no pueda decir una tontería. Claro, como cualquier hombre puede escribir la Crítica de la razón pura con sólo proponérselo…Júzguese, a la luz de todos los hombres fracasados, la cantidad de mujeres de letras que tendría que haber en el mundo.
"La mujer debe ser sin hechos y sin biografía”, que siempre hay en ellas algo a que no debe tocarse” dice Murguía pero él era juez y parte, porque tenía mucho interés en que su mujer, la gran Rosalía de Castro no saliera de esa por otra parte fértil zona de sombra.
De todos estos testimonios, y muchos otros sobre los que no me voy a extender ahora pues los tengo en barbecho para un ensayo más extenso, resulta evidente que los hombres de aquella época, al hablar de la mujer proyectaban en sus ficciones y elucubraciones sus fantasías y sus frustraciones, con la excepción de algunos que desde posiciones de poder y privilegio, apoyaron a las mujeres y sin los cuales el proceso de emancipación habría sido bastante más arduo, más lento y tal vez mucho más violento,
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