Este viernes 20, acudí a la invitación que me hizo Santiago Méndez Alpízar, a la librería La Fugitiva, por segunda vez en lo que va de año. La primera fue en enero y ya di cumplida información en este blog de lo que ahí leí. Esta vez mi pretensión era la de destacar mi faceta de traductora de poesía, de la que ya había dado algún ejemplo en la primera lectura, con poemas de algunos de los poetas que he traducido pero lo que hice, una vez más, fue simultanear los poemas ajenos con los propios, ya que por mucho que una sepa y crea que la traducción es creación, tampoco hay que exagerar.
Poesía traducida:
De Michaux leí textos en prosa de el libro "Frente a los cerrojos", publicado en Pre.-Textos:
El secreto de la situación política:
Seamos, por fin, claros, Arouet
«Los umeneos de Bonnada tienen unos vecinos muy desagradables: los nipos de Pomedea. Los nibonios de Bonaris se entienden con los nipos de Pomedea o con los rijabones de Carabulo para amenazar a los umeneos de Bonnada, naturalmente después de haberse aliado con los bitulos de Rotrarca, o después de haber neutralizado, momentáneamente, mediante pactos secretos, a los rijobetos de Biligueto, situados en el flanco de los Kolvitas de Beulet, que cubren el país de los umeneos de Bonnada y la parte nororiental del turitario de los nipos de Pomedea, más allá de los Prochus de Ostebulo.
Como es natural, la situación no siempre es tan sencilla: dentro de los umeneos de Bonnada hay cuatro corrientes, los dohomedeos de Bonnada, los odombomedeos de Bonnada, los orodomedeos de Bonnada y, por último, los dovobodemonedeos de Bonnada.
En realidad, estas corrientes de opinión no son de base, sino que se enfrentan y se subdividen, como es de suponer, según las circunstancias, de manera que la opinión de los dovobodemonedeos de Bonnada no es más que una opinión media y seguramente no se encontrarían diez dovobodemonedeos que la compartan, tal vez ni siquiera tres, aunque acepten mantenerla por unos momentos, no para ayudar al gobierno, por supuesto, sino para facilitar los sondeos de opinión que se hacen tres veces al día, aunque algunos creen que es demasiado poco para ser indicativos, mientras que otros, tal vez utópicos, piensan que con un sondeo de opinión por la mañana y otro por la noche sería prácticamente suficiente.
También hay opiniones francamente de oposición, aparte de la de los obodomedeos. Son las de los rodobodebomedeos, con los que nunca se ha podido llegar a ningún acuerdo, excepto naturalmente en lo que atañe al derecho a la discusión, que utilizan con más frecuencia que cualquier otra fracción de los umeneos de Bonnada, que utilizan de forma inagotable.»
Aforismos
El lobo que comprende al cordero está perdido, morirá de hambre, no habrá comprendido al cordero y se habrá equivocado con el lobo.
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Un lugar es dado cuando todos los lugares han sido retirados. A nadie por nada se le puede seguir envidiando.
*
No es el cocodrilo el que tiene que gritar: ¡cuidado con el cocodrilo!
*
No es raro que el hijo de un director de Zoológico nazca con los pies palmeados. Pero como toda desgracia no deja de ser una sorpresa.
La familia, que entretanto ha enviado al niño al Polo Norte donde espera que se confunda con una naturaleza más adecuada, de secreta que era se hace extremada, infinitamente secreta. ¿Quién puede jactarse de haber conocido a fondo a la familia de un director de Zoo?
*
«Venga usted a mi morada», dijo el escualo, y se lo comió. El escualo comía hombres pero la época era educada.
*
Cuando amerriguéis bastros de clivetes, aunque le reje a la calefeta, ¡venid glitones, venid chalados y lovogramas, la hora de la Orca ha sonado, gran Listafu!
De Edmond Jabès ("El umbral, la arena". Poesía completa, Ellago Ediciones)
¿Está forjada la duración por el recuerdo o por la memoria? Sabemos que somos nosotros quienes fabricamos nuestros recuerdos; pero hay una memoria, más antigua que los recuerdos, que está ligada al lenguaje, a la música, al sonido, al ruido, al silencio: una memoria que un gesto, una palabra, un grito, un dolor o una alegría, una imagen, un acontecimiento pueden despertar. Memoria de todos los tiempos que dormita en nosotros y está en el corazón de la creación.
*
El término. El antemundo.
Superada la inquietud.
La aventura es fiel
al fúnebre tañido del sueño en llamas.
*
Soy. Fui. Osario,
larga hilera de fieras.
Veo, veré. Confianza
del árbol en el fruto.
*
Días de tiza. Las pizarras
palpitan de primicias.
La palabra sobrevive al signo.
El paisaje a la tinta.
*
Rutas. El infinito.
El don del rostro.
A las estaciones, las arrugas.
Al suelo, los grandes ríos.
Poemas propios
Empecé con un poema escrito el año pasado, el 2de noviembre, día de difuntos y de visitas a los cementerios.
Mis difuntos.
Hoy, Día Internacional de la Muerte,
decretado así por la UNESCO
para acabar con el de los difuntos,
me acuerdo de los míos con sosiego,
enterrados como están hace ya tiempo,
en los libros y en los cementerios.
Mi abuela, la primera, me guiña el ojo
mientras devora una alita de pollo
y luego, al terminar, me dice:
“¡otro día más que hemos comido!”
Más allá, en San Isidro,
me tropiezo con un amigo de la infancia,
muerto por negligencia médica
y, la verdad, no tengo nada que decirle.
Me inquieta tanto que se acuerde de mí
que escapo a mi futuro del pasado
y me veo en la Almudena,
llorando en el entierro de Llardent, el editor,
que traducía a Pessoa como nadie,
aunque presumo que esté enfadado con mi deriva personal:
a los dos nos gustaban los perros
y yo, ya no tengo ninguno.
Frustrada, doy media vuelta en el tiempo.
En Somosaguas, busco a Gustavo Fabra, el gallego,
que me comprendía tan bien,
con la esperanza de que me devuelva
la primera edición de Femeninas que le presté
antes de que muriera de un infarto con veintinueve años.
Acude y me recuerda
que la vida es dura pero desagradable
y que desde que está muerto
ha dejado de leer a Valle Inclán.
Regreso a la ciudad, a visitar a doña Emilia,
en la cripta de la Concepción
en dónde está enterrada, en contra de su voluntad.
Nadie enciende las velas en la capilla.
Pero está bien acompañada por su madre y sus hijas,
el hijo y su único nieto, asesinados en el treinta y seis,
en la checa de la calle de Goya,
su yerno, el general Cavalcanti, su nuera…
Ya nunca volverá a Meirás.
Se me hace tarde y apresuro el paso.
No quiero dejar de saludar en su cementerio de Cercedilla
a mi tío el pintor, mi preferido, Antonio González, se llamaba.
Nos llevaba con él a pintar del natural y decía:
"Mirad, niñas, toda esa hermosura, ¡y es gratis!"
Y sigo mi cortejo.
Son muchos, demasiados, los que reclaman
mi devota atención sobreviviente
y por tanto culpable.
En Fuencarral, saludo de lejos a mis padres,
con prisas porque temo que me arranquen
la promesa de alojarme en su nicho
cuando llegue mi hora, ¡a mí,
que me fui tan pronto de casa!
Ya se hace tarde, y me marcho a París, ese monstruo de piedra
que pastorea la santa Genoveva, el azote de Atila, cantada por Péguy.
Quiero visitar a Carlos Semprún en el Père Lachaise.
Ocupa un rinconcito en el nicho de unos
refugiados armenios, los Dastakian, con cuya hija, Nina, se casó.
Ahora ella se ha reunido con él;
nos saludamos los tres con alegría.
No le quiero contar que su hermano Jorge
fue a su homenaje en la Maison de l'Amérique Latine,
ni lo difícil que es ahora editar sus libros
para no deprimirle.
Nos despedimos lánguidamente, como corresponde,
con la promesa de visitarles a menudo
y termino, agotada, mi periplo.
“¡Adiós, adiós, difuntos míos, hasta pronto!”.
Seguí con un par de poemas "narrativos" que escribí a partir de unos cuentos publicados en mi libro "La Asamblea de los muertos" (Pre-Textos), inspirándome en el ejemplo de Ramón Pérez de Ayala, que para todos hay precedentes y maestros.
Las hadas presidieron tu cuna
Eras la favorita de las hadas, la elegida.
En torno a ti se apresuraban todas
riñendo por saber cuál te daría
el don definitivo la primera.
Aquélla te auguraba una salud perfecta,
libre de enfermedades y dolores
que te aseguraría con certeza
una supervivencia exagerada.
Ésta se disponía a regalarte,
con lírico entusiasmo de poeta,
el don de la retórica inefable
con el que lograrías
elevados niveles de elocuencia.
La tercera pensaba derramar sobre ti
el don siempre apreciado por los hombres
de generar riquezas incontables,
dignas de figurar entre los bienes
de los más poderosos de la tierra.
La cuarta pretendía que nadie como tú
cantar pudiera las notas más abstrusas
alcanzando registros inauditos
en las voces de los demás cantores.
Otra más destinaba tu mano
a la ardua disciplina del dibujo,
para que congelaras el instante
al transmutar lo mudable en eterno
Pero fue aquella torpe, desaliñada y loca
a quien se le caía la varita,
la que acertó de lleno con su don
atropelladamente improvisado:
Te amarían los hombres ciegamente,
y alzarían perennes monumentos
a tu amor imposible,
a la visión fugaz que suscitaras
captada un solo instante y al instante perdida.
Serías la que siempre se escapa, la inasible,
la bella fugitiva de los bulevares,
la misteriosa dama desconocida
de los aeropuertos y las estaciones.
La que tantos artistas persiguieran
en un poema, una canción, un grito,
provocando los celos de las otras
con la terca presencia de tu ausencia.
Sí, fue ella la necia, o tal vez la ladina,
la que te concedió, contra toda evidencia,
el don absurdo, sin duda innecesario
de ser amada tanto sin saberlo.
*
El yacente
Era su rostro el de un guerrero armado
que yace en el sepulcro de su pueblo,
fría piedra sobre el gastado mármol,
de la desierta nave de la iglesia.
Los delicados párpados cerrados,
se curvan hacia abajo, suavemente
y el desdeñoso gesto de la boca
oculta gestas que no son para dichas
Las manos, fuertes, sobre el pomo ciñen
la fiel espada con que bien cumplía
su heroica función de caballero
en las quebradas tierras de su feudo.
Una mujer vencida, pobre reina,
sin rostro ni figura, a sus pies reza,
y avanzando la mano hacia las suyas,
un libro abierto en sus rodillas deja.
Exhibe el mausoleo un yerto campo
de cabezas sesgadas en las guerras,
y un afligido grupo de mujeres
que protegen su cuerpo de doncellas.
El resto, calaveras, perros, fieras
símbolos de la muerte que rodea
con sus sombras el pavoroso marco
de la tumba de que su cuerpo es presa.
Un rumor de palabras susurradas
se deja oír con fantasmales ecos
y estremece pensar que el caballero
pudiera despertar con sus mesnadas.
El arco medieval, de medio punto,
remata la figura arquitectónica
y el que mira reprime el sentimiento
de que la estatua vive, con su aliento
Para terminar me pareció divertido hacerlo con la entrada que publiqué en el Diccionario de las Independencias, en “La Estafeta del Viento”, Revista de poesía de la Casa de América, en el 2008.
"La verdadera independencia sería la del reloj frente a las horas que desgrana. Su necesaria existencia, ciegamente asumida, desprovista hasta entonces de anhelos y fortunas, encerrada en un calculado engranaje, abriga sueños insospechados de los muchos mundos posibles dominados por relojes liberados, hartos de resultados recurrentes, que no quieren saber ya nada de calibres ni de mecánica. Nómada en su refugio inamovible, el reloj, declarado ya en franca rebeldía, altera en su provecho el principio indestructible e inmutable del tiempo cuyo cómputo, a partir de ese decisivo momento, él va a marcar, libre ya de la hora del hombre, en nombre de su propio nombre. Su ensimismada y compleja voluntad de piedra se opone a la naturaleza de la carne que, horrorizada por el desafío, columbra aspavientos de franca rebeldía en los esclavizados relojes del entorno. Estos últimos, sometidos en apariencia todavía al despotismo de las horas y a las sevicias de sus usuarios, son accesibles ya a la marea que, en creciente delirio, arrastrará de manera envolvente a todos los relojes del mundo a una revuelta contra el tiempo de consecuencias imprevisibles."
Agradezco a la Fugitiva, a mi querido amigo Santiago, y al selecto público que asistió, que atendieran a mis manifestaciones poéticas, renunciando a otras ofertas, pues, como decía Eugenio D'Ors, en Madrid, y "en saison", la das o te la dan.
Otrosí,
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