Ayer fue Domingo de Ramos. Ese día se lee en la Iglesia la Pasión según San Marcos, pero yo no me conformo con eso y aprovecho la Semana Santa para leer los cuatro –y si me da tiempo, los apócrifos y lo que se tercie- y asombrarme, una vez más, de cómo se forja una religión, que por otra parte, considero de lo mejorcito. Confieso que me pueden los aspectos puramente literarios, los detalles. Por ejemplo, ¿Quién es ese inquietante muchacho que en la lectura de ayer sigue a Jesús cuando lo prenden? El joven, va envuelto en una sábana que tiene que soltar para escapar, y resulta que está desnudo. ¿No es trágico que Lázaro, que fue resucitado de aquella manera, muriera porque Jesús le visitó en Betania seis días antes de la Pascua (San Juan, 12,1-11)? Fue durante la famosa cena en que Marta jamás perdonaría a María que la venciera con su oratoria –Esa María es un protofeminista jamás reivindicada, por cierto- Para no mencionar aspectos de gran calado, como el papel de la Virgen María. ¿De dónde ha salido esa importancia si casi ni se la ve en los Evangelios, una vez cumplida su misión genitora, y no en todos? Está claro que a Jesús le pasa algo con su madre, cuando repite tanto que su familia son sus seguidores... Para no hablar de las conexiones judías, tan cuidadosamente silenciadas durante siglos y que ahora, gracias sobre todo al papa Ratzinger, empiezan a salir a la luz. Bueno, esto no es más que un blog egocéntrico y yo no soy precisamente una especialista en estudios ni vetero ni neo testamentarios, sólo una simple lectora, pero a lo escrito me remito.
Otrosí,
Esos judíos...¿contumaces? (1)
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